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Dermatitis infantil

La dermatitis atópica es de las patologías de la piel más frecuentes, con un claro predominio en niños. Además, es una patología que ha ido en aumento con el paso de las décadas, afectando a un 10-30% de los niños y entre un 2-10% de los adultos en la actualidad. La afectación juvenil suele presentarse antes de los 2 años, y la mayoría remite antes de los 12 años. En otros casos, el comienzo aparece en adultos jóvenes, pero también puede debutar pasado los 60 años.

¿Cómo se manifiesta?

La dermatitis atópica es un cuadro inflamatorio que tiene un componente genético asociado a factores ambientales. De hecho, se relaciona a otros estados de atopia como lo son el asma bronquial, la rinoconjuntivitis alérgica, o alergias alimentarias. Se manifiesta como prurito intenso con múltiples placas de eccema que tienden a recidivar. La localización varía dependiendo de la edad: en infantes suele afectar a las mejillas, el cuero cabelludo y la superficie extensora de extremidades, mientras que en niños más grandes y adultos tiende a afectar flexuras y a hacerse más crónico y liquenificado (cuando la piel se engruesa y se hace áspera).

En la dermatitis atópica existe una disfunción de la barrera cutánea, que predispone a presentar sequedad, brotes de eccema e infecciones. Es por eso que es fundamental un enfoque proactivo de tratamiento. Esto implica medidas generales, como son baños cortos con temperatura no muy alta, e intentar utilizar un gel limpiador sin fragancias y de pH neutro. Además es sumamente importante hidratar la piel del atópico, con crema hidratante a diario, ya que previene la aparición de eccema e infecciones, reestructurando la barrera cutánea.

Cómo tratar la dermatitis atópica.

Cuando se forman las placas de eccema es recomendable tratarlas con corticoide tópico de baja-media potencia, para así evitar que se liquenifique y se haga crónica, asociado a un antihistamínico para controlar el picor. En casos recidivantes son útiles los inhibidores de la calcineurina (tacrolimus, pimecrolimus), que se pueden utilizar a largo plazo. En casos más severos se pueden utilizar fármacos inmunosupresores o fototerapia, llegando a requerir incluso fármacos biológicos en pacientes más resistentes. No obstante, la gran mayoría de los casos se pueden controlar con medidas generales y tratamiento tópico adecuado.

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